domingo, 4 de enero de 2009

Los Amantes





La sangre se derramó sobre las reminiscencias del aroma de todos los lugares que habitaron mientras vivían, los amantes, trenzados en cada parte de la urbe, revolcados, rasguñados, elevados al cielo, hirviendo en los infiernos de las carnes friccionadas. Se encontraba toda la urbe adornada con sangre, su cuello nocturno rasgado, las garras de la fiera asficciando a la tortura de esta triste canción desenfrenada, la historia de amor desquiciada, los trozos de los cuerpos, resursidos por la porfía, reinventando las causas inexistentes, del amor desesperado...

Sin embargo, mientras las bestias se dormían, el cabello le peinaba con los dedos y en él trenzaba historias de esteros luminosos donde caminaban la paz y la razón de la mano, mientras dormía su cara parecía ser un mineral desprovisto de tristezas, el rostro libre de magulladuras, el puño abajo, las olas de viento lamiendo su pelo inocente, parecía un feto en el útero tranquilo de la madre que no existe, los amantes se soñaban en sueños, ser otros amantes, se soñaban como cachorros sin confrontaciones mentales a su haber, soñaban que no despertaban, que se desprendían de la humanidad, para estar juntos, en la eternidad de lo etéreo.




Z.B.

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